El cielo del este de Europa se ha rasgado una vez más, pero esta vez la agresión rusa ha cruzado una línea roja que resuena en los cuarteles generales de Bruselas. La violación del espacio aéreo polaco por parte de drones rusos, derribados gracias a la asistencia de la OTAN, no es un mero incidente fronterizo; es la materialización de la amenaza que Varsovia lleva años señalando. La inmediata activación del artículo 4 del tratado atlántico para iniciar consultas entre los aliados confirma la gravedad del momento. El ataque, sin embargo, no ha encontrado a Polonia desprevenida, sino en plena metamorfosis para convertirse en el nuevo espinazo militar del Viejo Continente, una potencia forjada a la sombra de la historia y con la mirada fija en el Kremlin.

En este contexto de máxima crispac

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