Javier Milei perdió el domingo y, si no corrige el rumbo, seguirá perdiendo. En política, nadie escapa a las derrotas; lo que sí puede perderse para siempre es la credibilidad. La caída en las elecciones provinciales fue clara y contundente, con una diferencia que dejó cicatrices profundas en el oficialismo. Y lo que hoy se armó en esta mesa chica del poder no es una estrategia política para poder ganar, sino para controlar los daños internos , ordenar la campaña y que pueda contener peleas que ya son cotidianas.

En el círculo íntimo del presidente lo saben: el desafío es que en las elecciones nacionales la derrota no supere el 7 por ciento , “la mitad” de lo ocurrido en la provincia. Ese resultado negativo también abriría la puerta a un reacomodamiento interno: desplazar a los

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