Elio Mora contenía la respiración en la corte de inmigración de Atlanta y solo la soltó cuando escuchó a la jueza renovarle por un año su permiso de residencia. El alivio duró lo que tardó el ascensor en bajar: al salir, lo esposaron agentes del ICE.
«Duré cuatro días en las instalaciones del ICE, durmiendo en el piso. Desayunando, almorzando y cenando un burrito con agua. De allí me pasaron a la cárcel, me quitaron mi ropa y me dieron un uniforme de presidiario», cuenta el venezolano de unos 45 años.
Mora, que pidió usar un nombre ficticio por miedo a represalias, pasó cinco semanas preso en Estados Unidos hasta que en agosto lo deportaron a México. Desde allí retomó un camino ya conocido, esta vez en sentido contrario para volver a casa.
Como él, al menos 14.000 migrantes, principalme