Escasa es la literatura mexicana sobre el mar.

Se diría con algo de vergonzosa tristeza: hemos vivido de espaldas a los oceános.

Con litorales en el Atlántico, el Caribe, el Pacífico y ese Mar Bermejo al cual ya no le llamamos de Cortés porque nadie se ha disculpado en nombre de don Hernando, el capitán y marqués sangriento, pero en verdad poco provecho hemos tenido de la navegación o la pesquería ni supimos hazañas como las de Enrique el Navegante.

Jamás americano alguno –ni de antes ni de ahora—extendió el mundo con el viaje completo por el globo como hicieron los nautas de otro tiempo, Magallanes o Colón.

La más notable hazaña naval aquí sabida fue del ya dicho Cortés quien con pocos bergantines armados a dos mil metros sobre el mar, venció a la Gran Tenochtitlan con enorme desgraci

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