La confirmación realizada por la NASA y la por Agencia Espacial Europea, de que Marte albergó al menos vida microbiana en algún momento de su historia, es, sin duda, uno de los anuncios más trascendentes de nuestra era. Esta revelación, aunque en apariencia limitada a lo microscópico, altera radicalmente nuestra comprensión de la vida como fenómeno cósmico. Por primera vez, la humanidad se enfrenta no a la pregunta de si estamos solos, sino a la constatación de que la vida no es patrimonio exclusivo de la Tierra. Y en ese pequeño giro epistemológico se nos impone una exigencia ética y ontológica: ¿cómo tratamos la vida aquí, ahora que sabemos que puede estar presente o surgiendo en otros mundos?

Este descubrimiento no debería inflamar más nuestra soberbia tecnológica ni alimentar ilusione

See Full Page