Hasta el mar, por efecto de la pleamar, se quiso meter este año en el Charco, que volvió a quedarse pequeño para acoger a las miles de personas que se embarraron para mantener viva una tradición de raíces ancestrales.

Unas 8.000 personas, según fuentes oficiales, se acercaron este jueves a La Aldea de San Nicolás para bailar con la Banda de Agaete, parrandear en el parque Rubén Díaz y finalmente, los más atrevidos, tirarse al agua del Charco tras el volador de las cinco de la tarde.

Cualquier artilugio valía casi para pescar lisas, el objetivo de fondo de un acto que busca rememorar una técnica indígena de pesca mediante el embarbascado. Hubo capturas, pero no tantas. Los primeros peces que pesó Tile en su báscula daban algo más de un kilo.

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