El presidente francés ha nombrado esta semana a uno de sus más fieles colaboradores a la jefatura del Ejecutivo, con la misión de negociar con la oposición, una tarea que se antoja difícil
Quién es Sébastien Lecornu, el “soldado” leal que Macron ha nombrado como primer ministro de Francia
Esta vez, Emmanuel Macron decidió ir deprisa. Unas horas después de recibir la dimisión de François Bayrou, después de no haber logrado la confianza de la Asamblea, el Palacio del Elíseo anunciaba, a través de un comunicado, que el hasta ahora el ministro de Defensa Sébastien Lecornu ocuparía el cargo de primer ministro.
El nuevo jefe de Gobierno francés tiene la misión de “consultar a las fuerzas políticas representadas en el Parlamento, con vistas a aprobar un presupuesto para la nación y alcanzar los acuerdos indispensables para las decisiones de los próximos meses”, según el mismo comunicado. Una tarea casi imposible teniendo en cuenta que el equilibrio de fuerzas es el mismo que hizo caer a sus dos predecesores.
“Lecornu procede de la derecha [se pasó al partido de Macron en 2017] y tiene mucha relación con políticos locales. Sin embargo, no podrá convencer a los socialistas ni a los ecologistas para que se unan a la coalición sin, por ejemplo, aceptar aumentar los impuestos a los ricos”, analiza a elDiario.es Olivier Rouquan, politólogo e investigador asociado del Centro de Estudios e Investigaciones en Ciencias Administrativas y Políticas (CERSA). “Así que será difícil llegar a un acuerdo que pueda neutralizar la hostilidad en la Asamblea Nacional”.
Quinto primer ministro nombrado por Macron desde 2022, un nuevo fracaso aumentaría la presión y las críticas sobre el presidente, incapaz de encontrar la fórmula para sacar al país del bloqueo político. Un bloqueo del que se le considera ampliamente responsable, por su decisión de convocar elecciones legislativas anticipadas en 2024.
Pese a que cada vez cuenta con menos margen de maniobra, el presidente francés ha optado no solo por nombrar a alguien de su propio partido, sino que se trata de uno de sus aliados más fieles. “Macron es como otros expresidentes al final de su segundo mandato; está promocionando al último apoyo que le queda”, señala Olivier Rouquan. “Además, de esta forma se asegura conservar su liderazgo en materia de Defensa y Asuntos Exteriores —las más importantes para un presidente—, ya que Lecornu fue el último ministro de Defensa”.
Posibles negociaciones
Esa etiqueta de “hombre del presidente” es uno de los grandes lastres de Lecornu, dada la hostilidad de la clase política hacia Macron. Apoyado por unos 210 diputados del bloque de centro y de la derecha, Lecornu necesita el apoyo o la abstención de una parte de la oposición para aprobar los presupuestos. “Vamos a necesitar una ruptura, y no solo en la forma, ni solo en el método, sino también en el fondo”, reconoció el primer ministro durante su toma de posesión.
La opción más probable parece una negociación con el Partido Socialista (PS). El precedente de Michel Barnier, que multiplicó las concesiones a la extrema derecha, pero que fue censurado igualmente por las tropas de Le Pen, hace improbable que Lecornu intente negociar con los lepenistas y sus aliados.
Los socialistas se habían ofrecido como alternativa para formar un nuevo Gobierno de orientación progresista, con ecologistas y comunistas pero sin Francia Insumisa, capaz de buscar acuerdos con otros bloques.
“En realidad, la formación de un gobierno progresista hubiera sido la situación más lógica a la vista de los resultados de las legislativas del año pasado, que dejaron dos conclusiones: una preferencia de los votantes por la izquierda [fue la coalición con más escaños] y el éxito del frente republicano contra la extrema derecha”, explica Adrien Broche, responsable de estudios políticos en el instituto Via Voice y autor de Portrait moderne de la gauche française. “Por eso la decisión del presidente de nombrar primeros ministros de derecha [Michel Barnier] y del bloque central [Bayrou y Lecornu] no ha sido coherente con lo que ocurrió”.
Pero era muy poco probable que Macron aceptase las condiciones que había pedido estas semanas el líder socialista Olivier Faure para formar gobierno. Muchos interpretan ahora que la secuencia apuntaba más bien a subrayar el estatus del partido como alternativa de gobierno.
“Más allá de la imagen que permite al PS seguir afirmándose como partido de gobierno, ¿realmente les interesaba gobernar de inmediato, cuando se encuentran en una posición de debilidad numérica [66 diputados de 577], sabiendo que los próximos meses serán muy difíciles para el ejecutivo, independientemente de su orientación?”, plantea Olivier Rouquan.
Nuevo Gobierno
La composición del nuevo gobierno será uno de los primeros indicadores de la estrategia del primer ministro para encarar esas negociaciones. Uno de los pocos puntos a su favor es que ni Los Republicanos (LR) ni el PS parecen querer nuevas elecciones. Y, en el caso de LR, sus votantes (y el mundo empresarial, al que son especialmente sensibles) les reclaman estabilidad y la aprobación de presupuestos en plazo.
De momento, Lecornu se ha mostrado abierto a reactivar las negociaciones sobre las pensiones, una de las grandes peticiones de la izquierda desde 2023.
En cuanto a los socialistas, se enfrentan a un dilema: salvar al primer ministro y evitar una nueva disolución, o pagar las consecuencias electorales de pactar con los macronistas con las municipales de 2026 en el horizonte. De momento, Faure ha declarado que, si la política sigue siendo “la misma que se ha formulado durante los últimos ocho años”, entonces votará a favor de una moción censura y “es probable” avanzar “hacia una disolución”.
Para evitarlo, varias voces dentro de Renacimiento (el partido de Macron) llevan tiempo reclamando al presidente ese cambio profundo de método. El secretario general del partido, Gabriel Attal ―que tuvo que dejar el puesto de primer ministro a causa de la disolución del año pasado―, está aumentando la intensidad de las críticas hacia el jefe de Estado.
“Desde las elecciones del verano de 2024 creo que se han hecho muchas cosas al revés”, afirmó Attal en una entrevista concedida al diario Le Parisien esta semana. “Seguimos pagando las consecuencias de la disolución, que fue una auténtica bomba de fragmentación en la vida del país”, añadió el ex primer ministro, que pide a Macron “demostrar que está dispuesto a aceptar compartir el poder”.
‘El último cartucho del macronismo’
Macron es también el principal blanco de las críticas de las otras formaciones de la oposición, en particular la extrema derecha y Francia Insumisa (LFI). Marine Le Pen reaccionó inmediatamente en X al nombramiento de Lecornu asegurando que “el presidente gasta el último cartucho del macronismo, atrincherado con su pequeño grupo de fieles”. La líder ultra reclama la celebración de nuevas elecciones legislativas anticipadas. “La disolución no es una opción [para Macron], sino una obligación”.
En cuanto a Francia Insumisa, la estrategia de presión sobre el presidente ya estaba en marcha desde hacía meses, y su intensidad no ha dejado de aumentar. La caída de Bayrou y la fragilidad de su sucesor acentúan la presión. “Respuesta de Macron al derrocamiento de Bayrou: a partir de ahora, todo va a seguir exactamente igual que antes”, lamentó en X el líder insumiso, Jean-Luc Mélenchon, que reclama la dimisión del jefe de Estado como salida a la crisis política.
Macron ha descartado en varias ocasiones la opción de la dimisión, pero la mayoría de responsables políticos considera inevitable que tenga que convocar nuevas elecciones legislativas. “Emmanuel Macron procederá a la disolución porque no podrá hacer otra cosa”, auguró Nicolas Sarkozy durante una reciente conferencia en Bruselas. El problema para el actual presidente francés es que todo indica que su partido sería el principal perjudicado en unas nuevas elecciones.