El cambio llega lentamente al universo de Downton Abbey y a su familia Crawley. Solo hay que ver a Robert Crawley buscando piso en Londres.

¿Esperen, qué? ¿BUSCANDO PISO? ¿El Conde de Grantham? Pues sí, y es la escena más divertida de “Downton Abbey: The Grand Finale” (un título que se anuncia a sí mismo, si es que alguna vez hubo uno).

Solo miren al orgulloso y estirado Robert (Hugh Bonneville), tratando de ser de mente abierta, pero completamente desconcertado por este "piso" en el que no se puede ir "arriba" a la cama porque no hay "arriba". Bueno, puedes ir "a lo largo" a la cama, sugiere su hija Mary (Michelle Dockery, como siempre el centro sensato de las cosas), tratando de hacer que todo suene manejable.

Pero la perspectiva de vivir en un piso, en vez de mantener una mansión en Londres, es algo que los Crawley deben considerar al entrar en la década de 1930, con la inestabilidad financiera y social siempre a la vuelta de la esquina. "Familias como la nuestra tienen que seguir moviéndose para sobrevivir", dice Mary, con el peso del futuro de Downton Abbey descansando sobre sus hombros.

Una nota para aquellos que llegan sin conocer la franquicia: Bueno, va a ser bastante difícil. El escritor Julian Fellowes y el director Simon Curtis no se dedican a guiar de la mano cuando se trata de dominar el árbol genealógico de los Crawley o la amplia familia de sirvientes que los fanáticos de Downton conocen y aman. Incluso aquellos que vieron las dos primeras películas, la última en 2022, podrían sentir la necesidad de un repaso.

Comenzamos en el West End de Londres, en un espectáculo de Noel Coward, al que asisten habitantes de Downton de todos los niveles. Todos están allí para ver al apuesto actor Guy Dexter (Dominic West), quien en la última película le pidió al exmayordomo Thomas Barrow que se convirtiera en su asistente, y más. Es agradable ver que Barrow es feliz ahora, capaz de vivir su vida como un hombre gay, incluso si Robert no puede comprender del todo su relación (el cambio es lento, recuerden).

Mientras tanto, Mary está de compras en Londres con su hermana Edith, y la importancia de esta escena es quizás recordarnos que la verdadera estrella del universo "Downton", después de esa estupenda casa, por supuesto, son los trajes. Mary encuentra un elegante vestido de satén rojo que es posiblemente el atuendo más impresionante que hemos visto hasta ahora.

Pero cuando se lo pone para un baile de sociedad, estalla el problema. La familia llega y nos enteramos de que el decreto de divorcio de Mary ha llegado, y esto significa, lamentablemente, que se convertirá en una paria. El periódico grita "divorcio en las altas esferas", y de hecho, la anfitriona del baile (Joely Richardson) en realidad expulsa a Mary de la fiesta porque la realeza está por llegar. Los preocupados padres de Mary están indignados, pero se quedan, y su hija se marcha, bromeando que espera que un taxi acepte llevarla.

Pronto estamos de vuelta en Downton, y hay una gran diferencia: ya no está Violet Crawley, también conocida como Maggie Smith, con su estilo inimitable y esas hilarantes ocurrencias, gobernando los pasillos. Murió en la última película, y Smith murió en 2024. Pero la película está dedicada a ella de más de una manera.

Fuera de Violet, casi todos están de vuelta, y también tenemos algunos personajes nuevos (o que regresan) como Paul Giamatti, felizmente de regreso del programa de televisión como Harold, el hermano de Cora (Elizabeth McGovern, siempre una presencia cálida como la esposa estadounidense de Robert).

Harold llega de América con algunas noticias malas: ha desperdiciado gran parte de la fortuna familiar. Lo acompaña su amigo Gus, un tipo apuesto e inteligente, o eso parece, que ha estado asesorando a Harold sobre sus finanzas. Gus (Alessandro Nivola) se gana el favor de Mary, y más, pero puede que no sea tan inteligente como parece al principio.

Luego está Simon Russell Beale como el pomposo Héctor, que intenta aferrarse a la tradición local, pero se enfrenta a Isobel (Penelope Wilton), y un encantador Arty Froushan como el propio Noel Coward. El dramaturgo es lo más cercano en el mundo de Downton a una celebridad moderna: todos quieren estar con él, sin importar la posición ni el género, y termina ayudando a Mary a superar su ostracismo social.

No se ve por ningún lado al apuesto Hugh Dancy, quien interpretó a un director de cine (enamorado de Mary) en la última película. Pero el personaje que ese director nombró como guionista, Joseph Molesley (Kevin Doyle), está de vuelta, y Fellowes debe haber disfrutado escribiendo esta línea para él: "En muchos sentidos, los escritores son las estrellas del cine".

Para ser honesto, el guion oscila entre lo ingenioso y lo extremadamente sentimental, o líneas de relleno como "Creo que iré a buscar otra taza". Pero hay que reconocer el momento en que un desconcertado Robert describe el fenómeno recién descubierto de un edificio de apartamentos como "un pastel de capas de extraños".

"A veces siento que el pasado es un lugar más cómodo que el futuro", dice alguien en un momento conmovedor. Pero esta película final dará a los leales fanáticos de Downton lo que quieren: un cierre satisfactorio y la sensación de que el futuro, aunque un poco aterrador, puede mirar con amabilidad a Downton Abbey mientras Mary esté a cargo. Y mientras la Violet de Smith, imponente en un retrato del vestíbulo, esté mirando desde arriba.

“Downton Abbey: The Grand Finale”, un estreno de Focus Features, tiene una clasificación PG (que sugiere cierta orientación de los padres) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por material sugestivo, escenas con personas fumando y algunos elementos temáticos. Duración: 123 minutos. Dos estrellas y media de cuatro.