Nos ha dejado una persona entrañable que construyó un personaje de coherencia artística intachable. Si uno de los objetivos programáticos de los movimientos de vanguardia fue la fusión entre el arte y la vida, Albert Porta lo cumplió con creces. Se convirtió en Zush en 1968 tras pasar por la prisión y el frenopático, y en Evru al empezar el siglo XXI, durante la retrospectiva en el Macba que siguió a la del Reina Sofía, tras haber residido en ambos museos durante las exposiciones. Estas identidades nunca fueron una máscara, a pesar de que la máscara fue uno de sus temas recurrentes, sino una forma de integrar su vida y su arte.
El gesto, transgresor y gamberro, de habitar el museo era una muestra de la lógica sin resquicios de su proyecto, y de su sentido del humor. Se salió con la suya c