Ruber Bustos

Soy caficultor. Vivo de la tierra, de madrugar con el canto de los gallos, de llevar el café en la espalda y en la camioneta. Y hace unos días escuché al presidente Gustavo Petro decir: “Le ponemos impuestos a la gasolina, sí, pero el pobre no usa casi gasolina, el que más usa gasolina es el de las cuatro puertas” (Infobae, 2025). Esa frase me dejó frío. No solo porque muestra un desconocimiento de la vida rural, sino porque parece justificar una medida que golpea directamente al campo.

Aquí no hay lujos. La gasolina no es para pasear, es para trabajar. Para la moto que me lleva de la vereda al pueblo, para la bomba que riega, para la guadaña que limpia el lote, para la camioneta que baja el café hasta la cooperativa. Cuando el combustible sube, no solo me cuesta más trabaja

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