Por Mariangel Márquez

La derrota en la Provincia de Buenos Aires expuso algo más que un tropiezo electoral: puso en evidencia la fragilidad de un proyecto que, en lugar de consolidarse en el poder, parece decidido a dinamitar sus propias bases. El mileísmo, que irrumpió con el ímpetu de lo nuevo, ha caído en un laberinto de errores políticos que lo acercan peligrosamente a aquello que prometió desterrar.

El primer signo de descomposición estuvo en el armado de listas, resuelto con criterios personales y excluyentes, ajenos a toda lógica territorial. Se sustituyó la política por la guillotina: cortar, desplazar, dividir. En vez de ampliar la coalición, se la redujo al mínimo, expulsando a quienes habían acompañado desde el inicio y despreciando a aliados dispuestos a colaborar.

El resu

See Full Page