Tenemos la suerte de ser argentinos, golpeados, saqueados, pero también, a gusto en este mundo, charletas, inventores, salideros, enamoradizos. Lo último que se vacía es un café, enmarañado de conversaciones diversas. O una esquina improvisada; birra o mate; nunca falta el comentario psicoanalítico, una cita de Maradona, de Borges, una canción de la Negra o divagues fascinantes que nos agrandan la noche.
Ser argentino es también hacer la Argentina. Así como ha tenido golpes irreparables, –genocidio indígena, dictadura militar–, perdura el afán de conocimiento, la picardía, el intercambio. Por eso es indignante la irrepresentatividad del actual presidente. Parece que lo hubieran traído de Oceanía, el superestado orwelliano, donde se manipula a la “prole” destruyendo el pasado e implementan