El debate surgió nada más anunciarse el pasado martes Apple ha sustituido el titanio de los iPhone 15 y 16 Pro por aluminio en los nuevos iPhone 17 Pro. Muchos usuarios lo han interpretado como un paso atrás, incluso como una “regresión” en materiales. Pero lo cierto es que detrás de esta decisión hay una de las jugadas de ingeniería más brillantes de la compañía en la última década, y entenderlo requiere mirar más allá del marketing.

Por qué el aluminio no es un paso atrás

Tal y como indican en un hilo de X desde la Apple Coding Academy, a primera clave está en la conductividad térmica. El titanio ofrece dureza y resistencia, pero es un pésimo conductor del calor. Esto, en un dispositivo con chips cada vez más potentes como el A19 Pro, se traduce en un riesgo claro de sobrecalentamiento y reducción de rendimiento por throttling. En números, la diferencia es abismal: mientras el titanio apenas alcanza los 22 W/mK, el aluminio 7000 empleado por Apple llega a 237 W/mK. Es decir, el calor fluye más de diez veces mejor hacia el exterior del chasis.

Qué aluminio usa Apple y qué aporta

No se trata, además, de un aluminio común. Apple ha optado por una aleación aeroespacial de aluminio, zinc, magnesio y cobre que combina ligereza y resistencia, la misma que se utiliza en la industria aeronáutica. Su densidad es un 40% menor que la del titanio, lo que permite reducir peso sin comprometer la rigidez. Pero lo verdaderamente importante es que esta elección abre la puerta a un sistema de refrigeración avanzado que el titanio impedía.

La cámara de vapor, explicada para todos

Ese sistema es la cámara de vapor integrada directamente en el chasis de aluminio. Se trata de una tecnología térmica que funciona con agua desionizada de pureza extrema, la cual se evapora y condensa en un ciclo cerrado capaz de transportar calor a velocidades extraordinarias. Para ponerlo en contexto, mientras el cobre sólido tiene una conductividad de unos 400 W/mK, la cámara de vapor puede alcanzar hasta 10.000 W/mK efectivos. La diferencia es tan grande que permite disipar sin esfuerzo el calor generado por un chip en máxima carga.

Capacidad de disipación y reparto del calor

La capacidad de disipación también impresiona, con valores que superan los 100 W por centímetro cuadrado. Para comparar, una plancha doméstica apenas genera entre 10 y 15 W/cm². Con este sistema, el calor no solo se evacua rápidamente, sino que se distribuye de forma uniforme por todo el cuerpo del teléfono gracias a una estructura interna de mecha de cobre sinterizado, que actúa por capilaridad devolviendo el líquido al circuito.

Qué gana el usuario en el día a día

La consecuencia práctica es clara, el A19 Pro mantiene un 40% más de rendimiento sostenido sin caídas por temperatura. Dicho de otra manera, los usuarios podrán aprovechar toda la potencia del procesador en sesiones largas de juego, grabación de vídeo en 4K o edición intensa, sin notar que el dispositivo se recalienta ni que baja el rendimiento. Menos calor también implica más estabilidad de batería y menos límites térmicos en situaciones reales.

Más allá de la estética: decisiones sistémicas

Este cambio también refleja un detalle que suele pasar desapercibido. Apple no toma decisiones de materiales pensando solo en la estética o en la resistencia, sino en cómo afectan al equilibrio global de sus productos . En este caso, el aluminio no es un material “más barato” ni un retroceso, sino la llave que permite a los iPhone 17 Pro estar a la altura de un chip que, de otro modo, quedaría limitado por el propio diseño.

Ingeniería por encima del ruido

Más allá del debate en redes, lo que Apple ha hecho es priorizar la ciencia de materiales y la física del calor sobre la percepción superficial. Y eso se traduce en un iPhone 17 Pro que no solo presume de potencia bruta, sino que la mantiene en el tiempo. Esa, probablemente, es la mejor definición de innovación.