El legado vivo de los bolos conquenses sigue evocando tiempos de antaño en el campo ‘Felipe Simarro’, el único que existe en la ciudad para esta práctica deportiva, situado junto al restaurante Recreo Peral en el Paseo del Júcar. Este deporte se sitúa como mucho más que un pasatiempo, se trata de un legado vivo que resiste el paso del tiempo gracias al empeño de los aficionados, que lo han ido legando de generación en generación como un testigo.
Ese mimo se evidencia con el mantenimiento de las instalaciones, el primer gran paso que permite seguir disfrutando de este deporte. Son los propios aficionados quienes barnizan las vigas y limpian las gradas para que todo esté a punto de cara a los torneos y partidas que allí tienen lugar. Antes de jugar, tal y como señala Cándido Álvarez, aficio