Con los costos apretados, la presión impositiva sobre el trabajo formal volvió al centro de la escena. El último estudio del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), muestra que la Argentina se ubica en el tercer puesto mundial en cargas sociales sobre el empleo, solo detrás de Austria y Francia.

El dato relevado por el economista Nadíni Argañaraz es contundente: el 34,6% del costo laboral total se destina a aportes personales y contribuciones patronales. Es decir, de cada 100 dólares que cuesta un trabajador promedio, más de 34 van al Estado en concepto de seguridad social.

La paradoja es que, pese a esta elevada carga, el trabajador promedio no tributa impuesto a las ganancias. De este modo, la llamada “cuña fiscal” –la diferencia entre el costo laboral total y el ingreso neto–

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