«Nos llaman asesinos, hijos de puta», contaba al paso de la Vuelta por Bilbao Óscar Guerrero , el director español del equipo Israel, cargado de pena. Le dolía especialmente que se lo llamaran en Navarra, en su tierra, por donde la Vuelta había pasado unos días antes. La presencia de un furgón de la Policía o de las policías autonómicas al lado del autobús del equipo se había convertido ya en algo habitual.
El nombre de Israel ya había desaparecido del bus para entonces y días después lo hizo también del maillot para dificultar la identificación de los corredores como objetivo de los violentos.
Los coches del equipo tenían que viajar con las ventanillas bajadas porque se acostumbraron a recibir lanzamientos de huevos o de tomates. Y Guerrero se convirtió más en un enlace con las Fuerza