En 1739, en aguas del Caribe , el guardacostas español Juan León Fandiño apresó al inglés Robert Jenkins sorprendido en tareas de contrabando. Como advertencia, le cortó una oreja y lo envió de vuelta con un mensaje para su rey: si no cambiaba de actitud, la próxima sería la suya.

La tensión venía de lejos: ingleses y españoles arrastraban siglos de choques. El Tratado de Utrecht de 1713 —tras una derrota contundente de España en Europa, con la pérdida de territorios clave y concesiones a Inglaterra— había cerrado uno de los más recientes y concedía a Inglaterra un comercio limitado con la América española, pero sus mercaderes lo usaron como tapadera para introducir contrabando . Londres reclamó indemnizaciones, Madrid se negó y, sin demasiado entusiasmo, el conflicto terminó en g

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