Hay músculos que no venden.
Todo el mundo habla del core, del cardio, de los glúteos como si fueran credenciales. Hay ejercicios para definir el abdomen, para endurecer el ego, para posar frente al espejo. Pero ninguno para sostener al otro. Ninguno para ser menos feroz. Ninguno para no ganar a costa de todo.
El músculo de la compasión no tiene rutina. No se ve en los reels de Instagram. No tiene instructores con licra fluorescente. Pero existe. Y duele más que una sentadilla mal hecha, porque no es de carne: es de conciencia.
EL RIVAL NO ES EL ENEMIGO. ES EL ESPEJO.
El deporte debería ser un ensayo de humanidad. Pero se ha vuelto un campo de batalla bien iluminado. El otro ya no es compañero de ruta: es amenaza. Peldaño. Estorbo.
Todo el mundo habla del core, del cardio, de los glúte