La deforestación en la Amazonía está causando estragos no solo en el medio ambiente, sino también en la salud de millones de personas. Un estudio reciente publicado en Nature Communications Earth & Environment revela que entre 2001 y 2019 se registraron más de 28 millones de casos de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y zoonóticas en países como Perú, Brasil, Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Surinam y Guyana.

La investigación destaca que la fragmentación del bosque, provocada por la tala indiscriminada y los incendios forestales, ha aumentado la exposición de las comunidades amazónicas a partículas contaminantes (PM2.5) y a vectores como mosquitos. Esto se debe a que la pérdida de hábitats obliga a estos vectores y patógenos a migrar, incrementando así los riesgos sanitarios.

Los problemas respiratorios y cardiovasculares, relacionados con el humo de los incendios, representan el 80,3% de los casos reportados. Los investigadores advierten que el material particulado liberado por el fuego puede desplazarse por el viento, afectando a poblaciones a más de 500 kilómetros de distancia. Brasil es el país con los niveles más altos de PM2.5, con 45 toneladas por año por metro cúbico, seguido de Perú y Bolivia.

Además, la deforestación facilita la expansión de enfermedades zoonóticas, como la leishmaniasis cutánea, que representaron el 19,7% de los casos en la cuenca amazónica. La pérdida de hábitat obliga a insectos y animales a acercarse a los asentamientos humanos, aumentando las posibilidades de contagio.

Un hallazgo importante del estudio es el impacto positivo del reconocimiento legal de tierras indígenas. Las enfermedades asociadas a incendios disminuyen en municipios donde más del 45% del bosque está protegido dentro de territorios indígenas titulados. Filipa Palmeirim, coautora del estudio, afirma que “la capacidad de los territorios indígenas para proteger contra enfermedades es mayor cuando están legalmente reconocidos y la cobertura forestal está por encima del 40%”.

Fany Kuiru, de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica), enfatiza que “cuando hay control territorial, se evita la deforestación, los incendios y se protege el territorio de cualquier forma de degradación”. Los líderes indígenas subrayan la urgencia de avanzar en la titulación de tierras, ya que la protección varía entre países.

A nivel global, los autores del estudio advierten que la degradación de la Amazonía no solo afecta a quienes viven en sus márgenes, sino que impacta en ciudades enteras debido al aumento de temperaturas y la mayor vulnerabilidad frente a epidemias. Por ello, consideran que la salud humana y la protección del bosque deben ser parte de una misma estrategia, donde fortalecer la gestión territorial indígena puede reducir el riesgo de nuevas crisis sanitarias.