En El mundo de ayer , retrato de los años previos al cataclismo de la Gran Guerra, Stefan Zweig recuerda al coronel Alfred Redl, un hombre “de aspecto agradable y bonachón que fumaba sus cigarros puros” en el mismo café vienés que frecuentaba el escritor. “Solo más tarde descubrí hasta qué punto estamos envueltos por el misterio de la vida y qué poco sabemos de las personas que viven a nuestro alrededor”.
El domingo 25 de mayo de 1913, Redl se disparó en la cabeza en un hotel vienés. Había sido hasta hacía poco el segundo al mando del Evidenzbüro, el servicio de inteligencia austrohúngaro. Un comunicado oficial atribuía el suicidio a una “crisis nerviosa” y se anunció un funeral público al que probablemente asistiría el heredero de la corona, el archiduque Francisco Fernando.
Estalla