El migrante fue obligado a marcharse de Estados Unidos tras siete años en el país en los que no pudo regularizar su estatus. EL PAÍS acompaña a la familia en su despedida
Si se le pregunta a Deivy Alemán —ahora, que está a punto de marcharse— qué es lo más preciado que querrá cargar en el maletín negro de 23 kilos que tanto le está costando acomodar, responderá sin pensarlo, o mejor, como quien lo ha venido pensando por mucho tiempo: “¡A mi hija!”.
Se hace un silencio incómodo en el cuarto del apartamento de la primera planta de un modesto edificio en Orlando, al centro de Florida, y luego alguien bromea con que Keira, su niña de dos años, cabe perfectamente de lado a lado en el maletín que documentará el domingo en los mostradores de la aerolínea American Airlines, para abordar un vuelo