Cuando en su primera administración el presidente de EE.UU., Donald Trump, declaraba que "todas las opciones están sobre la mesa", al referirse a la posibilidad de una invasión o una intervención militar sobre Venezuela que tenía como principal objetivo derrocar el gobierno del presidente Nicolás Maduro, las fuerzas armadas estadounidenses estaban muy lejos de implementar un despliegue militar como el que se está desarrollando actualmente en la frontera marítima del país caribeño.

Este domingo, al ser preguntado por la posibilidad de una intervención militar, Trump respondió con una frase que, igual a la anterior, permite muchas interpretaciones mientras alza las expectativas: " ya veremos qué pasa ".

El comentario más reciente, como el de 2019, permite lecturas equívocas, pero la diferencia de los escenarios establecidos es tremendamente perceptible.

En aquel momento, los medios de comunicación internacionales eran mucho más resonantes con respecto al tema Venezuela. Por su parte, los sectores de oposición habían elegido un "gobierno paralelo", sin legalidad ni capacidad de mando en el territorio, pero reconocido por más de cincuenta países. Sin embargo, todo el despliegue se llevaba a cabo en la esfera diplomática, política o mediática, pero no se extrapoló al área militar. 

En esta segunda administración, el tema Venezuela se aborda de manera diametralmente diferente. Ya en la frontera norte del país pulula, sin ubicación concreta, una flotilla que incluye un grupo anfibio con buques de asalto liderado por el USS Iwo Jima, junto al USS Fort Lauderdale y el USS San Antonio; les acompañan los destructores USS Jason Dunham, el USS Gravely, el USS Sampson y el crucero lanzamisiles USS Lake Erie, así como varios aviones de reconocimiento P-8, un submarino de ataque con propulsión nuclear, y descansan en Puerto Rico 10 cazas F-35 de última generación que se han dispuesto para la avanzada. En algún momento se mencionó la movilización de más de 4.000 efectivos.

En las últimas semanas, los militares estadounidenses ya han bombardeado tres pequeñas embarcaciones que supuestamente llevaban droga, pero lo han hecho sin justificación legal y de una manera totalmente arbitraria. Como denunció el gobierno venezolano y los propios pescadores, el sábado 13 de septiembre, un destructor estadounidense interceptó y allanó , en la zona económica exclusiva de Venezuela, una embarcación venezolana especializada en la pesca de atún, en la que se desplazaban nueve pescadores. Esto significa una violación del mar venezolano y a la vez un asedio a su flota pesquera, lo que se adereza con la declaración amenazante del propio presidente de EE.UU: "si fuera un pescador (venezolano) yo no saldría a pescar". Ya el enemigo no son solo los narcotraficantes, sino también los pescadores .

Hacia 2019, la aviación estadounidense no se había atrevido a volar el espacio aéreo venezolano, como también denunció  Caracas en días recientes.

El cerco sobre Venezuela se ha venido estrechando, ya no en el campo mediático o diplomático (asociaciones como el Grupo de Lima o la amplia actividad diplomática que había contra Venezuela de 2017 a 2019 ya no tiene el mismo protagonismo y se circunscribe a pocos países de la región). Tampoco en el campo propiamente político, porque no estamos presenciando pomposos recibimientos a un "presidente paralelo" por parte del Congreso de EE.UU. y varios primeros ministros de Occidente. Estamos hablando propiamente de acechanza armada en la propia fachada marítima de Venezuela. En esta segunda administración ya el escenario es otro: propiamente el militar. Ya hay un teatro de operaciones en marcha. 

La arbitrariedad se desplaza al Caribe

Quizá lo más peligroso, para Venezuela y sus vecinos, es que los niveles de arbitrariedad que se están aplicando en otros conflictos, como en Gaza, Irán y el más reciente en Catar, ahora están siendo trasladados al Caribe. Sin pruebas ni intercepción ni proceso judicial, las fuerzas armadas de EE.UU. están acusando de narcotraficantes y bombardeando a pequeñas embarcaciones, desarmadas, sin ningún tipo de basamento legal.   

La semana pasada, el senador de EE.UU., Jack Reed, expresó su preocupación sobre el ataque mortal a la embarcación que dejó once muertos: "No hay ninguna prueba, ninguna, de que este ataque se haya ejecutado en defensa propia. Eso es importante, porque, tanto en virtud del derecho nacional como del internacional, las fuerzas armadas estadounidenses simplemente no tienen la autoridad para usar fuerza letal contra una embarcación civil a menos que actúen en defensa propia", lo que significa, según su postura, un ejercicio abusivo y extralegal.

Flotas misilísticas apuntan a Venezuela. El objeto de persecución ya no es solo el Gobierno o los narcos, sino también los pescadores venezolanos.

Finalmente, con la presión militar en pleno desarrollo, todo se trata de cómo interpretar a Donald Trump. En su forma retórica ha sido bastante escueto en afirmar si finalmente vendrá una radicalización del conflicto hacia Venezuela. Ha preferido seguir usando frases para ser interpretadas de diferentes maneras, como la que mencioné anteriormente: "veremos qué pasa". La expresión es una forma de no afirmar nada, pero a la vez dejar todas las opciones abiertas y atizar las expectativas.

Por otro lado, el presidente estadounidense ha dicho: "Y el problema es que hay muy pocos barcos en el agua. No hay muchos barcos en el agua. No me puedo imaginar por qué. Ni siquiera barcos de pesca", haciendo referencia a un poco (o casi nulo) desplazamiento de embarcaciones por temor a posibles ataques: "le estamos diciendo a los cárteles ahora mismo que también los vamos  a detener, cuando vengan por tierra los detendremos de la misma manera que detuvimos los barcos", lo que podría entenderse como que está dando por cumplido el objetivo inicial que tenía el operativo en el Caribe sur, que implicaba supuestamente parar el envío marítimo de droga hacia EE.UU.

¿Quiere decir esto que Trump considera que el despliegue militar ya cumplió su objetivo?, ¿ya no habrá más ofensiva o una retirada inminente?, ¿viene un nuevo objetivo más avanzado?, ¿cómo justifica entonces la permanencia de la flota si ya no hay embarcaciones "trasladando droga"? Estas son las cosas que Trump prefiere no explicar para permitirse seguir atizando la polarización y su imagen de "vengador" de la sociedad estadounidense.

Por lo pronto, flotas misilísticas apuntan a Venezuela. El objeto de persecución ya no es solo el Gobierno o los narcos, sino también los pescadores venezolanos. Las acciones de provocación van en aumento. La ilegalidad con la que son acometidos los conflictos actuales en el mundo se va mudando al Caribe que se había mantenido como una zona pacífica desde hace varios siglos. ¿Qué busca Washington con este despliegue? No bastan las interpretaciones, habrá que esperar los hechos.