En la capital de la Franja el miedo es constante, pero también lo es la necesidad de sobrevivir: incluso en medio de la devastación, nos aferramos a pequeñas chispas de humanidad y resiliencia
La campaña de exterminio de Israel llega a la mayor ciudad de Gaza: “No nos olvidéis”
En Ciudad de Gaza, mi hogar, las noches son lo más duro. La oscuridad trae silencio, pero también el miedo a que el próximo bombardeo sea el último. Mi familia y yo nos acurrucamos juntos en una sola habitación, escuchando los sonidos lejanos de los tanques, los aviones y los disparos. Compartimos susurros, oraciones y recuerdos. Mis hermanos pequeños se aferran a mí en busca de protección. Mi madre a veces duerme a ratos, despertándose con cada ruido fuerte. Yo me quedo despierto casi todas las noches, escudriñando las sombras, imaginando rutas de escape y pensando en lo que nos deparará el día siguiente.
Durante semanas, hemos vivido bajo constantes bombardeos, desplazamientos y amenazas. Muchos vecinos han huido, pero yo sigo atrapado aquí. La nueva invasión terrestre de la ciudad me da miedo porque Israel está utilizando robots explosivos para atacar los barrios. Me parece extremadamente peligroso. Quizá nunca podamos volver al norte de Gaza.
Me marcharé pronto y me dirigiré al sur. Fue una decisión muy dura que tomé tras la orden de evacuación de Israel. Pero, de momento, sigo en la ciudad porque es muy difícil conseguir un medio de transporte seguro para todos los miembros de mi familia –somos siete–. No podemos dejar atrás a mi madre, ya que su estado de salud requiere cuidados constantes, y encontrar un coche que pueda transportarnos a todos de forma segura es extremadamente complicado. Cada momento fuera de casa está lleno de peligros, y las calles están llenas de amenazas. Por ahora, debemos esperar con paciencia y cautela hasta que podamos trasladarnos juntos sin poner en riesgo la vida de nadie.
Mientras tanto, he encontrado un terreno vacío en Deir al Balah donde planeo montar una tienda de campaña. El precio de las carpas oscila entre 3.500 y 7.000 séqueles (entre unos 890 y 1.800 euros). Esto se debe a que Egipto no permitió la entrada de tiendas de campaña para frustrar el plan de desplazamiento, pero es nuestro derecho pase lo que pase.
Por la noche, mi familia y yo nos acurrucamos en una sola habitación y escuchamos los sonidos de los tanques, los aviones y los disparos
El agua, la comida y la electricidad se han convertido en lujos difíciles de conseguir, y mi vida diaria está llena de miedo y presión psicológica. El momento más inolvidable para mí ocurrió el 7 de octubre de 2023, cuando me vi obligado a huir ante el avance de los tanques. La invasión convirtió las calles familiares en un campo de batalla. Los soldados nos acosaban en las calles, golpeando a quienes intentaban moverse e infundiendo miedo en todos los que estaban alrededor. Nunca había vivido nada parecido... el caos, la violencia, la desesperación absoluta por sobrevivir. Las familias se dispersaban, la gente gritaba y yo corría con mis hermanos en brazos, rezando a cada paso para que no nos atraparan.
No perder la esperanza
A pesar de que vivimos una pesadilla, intento mantener cierta normalidad para mis hermanos. Jugamos a juegos, compartimos chistes y hablamos de lo que solíamos hacer antes de la guerra. Estos momentos son fugaces, pero muy valiosos. Sé que algún día me preguntarán cómo era la vida antes, y quiero decirles la verdad: que sobrevivimos, amamos e, incluso en medio de la destrucción, mantuvimos la esperanza.
Incluso en medio de la devastación, nos aferramos a pequeñas chispas de humanidad y resiliencia. Una sonrisa de mi hermano pequeño, una caricia de mi madre o un rayo de sol que atraviesa el cielo lleno de humo pueden traerme un momento de paz. Estos momentos son frágiles, pero me recuerdan que sigue mereciendo la pena proteger la vida.
También veo a mis amigos del barrio todos los días, aunque cada vez son menos, porque muchos se han visto obligados a marcharse recientemente. Normalmente nos sentamos juntos y hablamos, como cualquier grupo de jóvenes que vive en tiempos de guerra. Compartimos recuerdos y miramos fotos antiguas, con la esperanza de que algún día nuestras vidas y nuestra ciudad vuelvan a la normalidad.
Sé que algún día mis hermanos me preguntarán cómo era la vida antes, y quiero decirles la verdad: que sobrevivimos, amamos e, incluso en medio de la destrucción, mantuvimos la esperanza
Yo disfruto leyendo historias y novelas. Mi autor favorito es Dostoievski. Suelo leer siempre que encuentro un momento de tranquilidad, lo que últimamente es poco frecuente, pero incluso unos pocos minutos con un libro me ayudan a escapar del caos que me rodea y a reflexionar sobre la vida, la naturaleza humana y las dificultades a las que nos enfrentamos. Sus obras, en particular, me hacen pensar profundamente sobre la moralidad, el sufrimiento y la resiliencia, algo que parece muy cercano a lo que estamos viviendo aquí en Gaza.
Nosotros, los palestinos, soñamos con la libertad, la paz y una vida digna, como cualquier otro ser humano. No somos estadísticas ni noticias fugaces. Tenemos familias, sueños y recuerdos. Queremos vivir libremente, reír sin miedo, amar y reconstruir nuestra hermosa tierra. Cada día arriesgamos nuestras vidas para sobrevivir. Espero que el mundo vea nuestro sufrimiento y reconozca nuestra humanidad. Nuestras vidas, nuestros recuerdos y nuestra esperanza merecen ser vistos y preservados.
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Nemr Khatib tiene 25 años. Su familia es originaria de Al Majdal, una localidad palestina ocupada en 1948, próxima a la actual ciudad israelí de Ashkelon, al norte de Gaza. Ahora vive en el barrio de Al-Nasr, en Ciudad de Gaza. A través de su cuenta de Instagram, cuenta su día a día en medio de los ataques israelíes que han matado a más de 65.000 personas en el enclave palestino. Su testimonio ha sido recabado por Javier Biosca.