El hombre es un demonio venido a menos, o quizá menos que eso.
Cualquiera que sea el oficio —taxónomo, internauta o columnista—, a quien expresa su opinión —así sea bajo la cautela de un editor y un par de medios de comunicación, como es mi caso, y que no es la “opinión” general ( La Jornada BC y El Vigía , periódicos donde, en El último lector y la Crítica de la razón cínica , se publicó los días 11 y 12 de septiembre mi documento «El “asesinado” Kirk: la muerte de un ultraconservador»)— no se le dispensa la ordalía de recibir insultos abyectos, sobre todo de aquellos que vienen cargados de desparpajo emocional y grave insustancialidad.
En el ambivalente juego (des)informativo de las redes sociales, hay que asumir la ferocidad de este tipo de crítica —en la obvia razón de “ampli