En Perú, la inseguridad alimentaria se ha convertido en un problema alarmante. Según la FAO, el 41% de la población enfrenta este desafío, que abarca desde la reducción en la cantidad de alimentos hasta situaciones extremas donde las personas pasan días sin comer. Este panorama se agrava en un contexto donde el país celebra su triunfo en el Mundial de Desayunos con el pan con chicharrón, un símbolo de orgullo nacional. Sin embargo, esta celebración contrasta con la dura realidad de millones de peruanos que no pueden acceder a un desayuno nutritivo.

El informe "El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2025" revela que cerca de 13.9 millones de peruanos no tienen acceso a una dieta saludable. La economista Carolina Trivelli señala que "el problema de la inseguridad alimentaria no es de oferta, sino de capacidad económica de los hogares". Esto se debe a que el costo de una dieta saludable ha aumentado un 33.5% desde 2017, mientras que los salarios no han crecido al mismo ritmo.

La pobreza en Lima ha aumentado, pasando del 14% al 28% desde la pandemia, lo que significa que más personas no saben si podrán comer al día siguiente. A pesar de la magnitud del problema, los programas sociales como Qali Warma y Juntos no han sido actualizados para enfrentar la nueva crisis de pobreza urbana y falta de acceso a alimentos.

Jessica Huamán, decana del Colegio de Nutricionistas de Lima, destaca que "hay niños que llegan al colegio sin desayunar ni almorzar". La falta de una autoridad clara que lidere la política alimentaria en el país impide desarrollar estrategias integradas para abordar esta crisis.

La inseguridad alimentaria tiene efectos devastadores a largo plazo, especialmente en la infancia. Los niños que no reciben una alimentación adecuada comprometen su desarrollo cognitivo y su salud futura. La desnutrición crónica se ha estancado, y las cifras de anemia siguen sin mejorar.

El contraste entre un país que celebra su gastronomía y otro donde muchos niños llegan a la escuela sin haber comido resume la contradicción que enfrenta Perú. La nación necesita garantizar el acceso a comidas saludables para todos, en lugar de buscar más premios por su comida.