Cuando en la vida se busca una foto con desespere, esta no suele darse, o sale deformada. Es una máxima tan inexplicable como tangible. Y eso es lo que le pasa al Open Arms, necesitan con urgencia un cayuco para justificar su excursión a la España más meridional. Tras el despilfarro de combustible que ha supuesto pasar varios días haciendo calles de navegación en El mar de las calmas herreño, botando neumáticas, y siendo la versión Happy flower del holandés errante, también a la espera de que se les cruzara el ansiado cayuco, el buque regresó de nuevo a Tenerife para presumiblemente abrir su escalinata al público.

En mi primera visita al viejo remolcador, lo que realmente es, me encontré con varios titulados, indispensables para su despacho legal, pero también con una tripulación de volun

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