Ajo es mucho más que un nombre curioso en el mapa de Cantabria. Esta localidad, capital del municipio de Bareyo, se alza a 46 metros sobre el nivel del mar, en un enclave privilegiado de la costa oriental cántabra. Con cerca de 1.700 habitantes, Ajo conserva el alma de los pueblos marineros mientras se abre con naturalidad al visitante que busca paisajes espectaculares y una forma de vida más tranquila.

Situado a tan solo 29 kilómetros de Santander, Ajo forma parte de ese cinturón verde y atlántico que define el carácter del norte: campos salpicados de caseríos, olor a salitre, rutas que se pierden entre acantilados, y una historia que se remonta más de mil años atrás.

La primera mención documental del lugar aparece en el año 923, bajo el nombre de Asio , en el Liber Testamentarum de la Catedral de Oviedo. En ese documento, el rey Ordoño II de León dona la iglesia de San Juan de Asio, lo que demuestra la importancia espiritual y territorial del enclave en la Alta Edad Media. Aunque la etimología popular atribuye el nombre "Ajo" al consumo de este alimento por parte de sus habitantes, lo cierto es que esa explicación carece de base histórica.

Hoy, el símbolo indiscutible de Ajo es su faro , situado en el Cabo de Ajo, el punto más septentrional del municipio. Su silueta blanca, visible desde muchos puntos de la costa, se alza sobre unos acantilados escarpados que han sido declarados Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) , lo que convierte a la zona en un lugar ideal para los amantes de la ornitología y la fotografía de naturaleza.

El Faro de Ajo , inaugurado en 1930 y recientemente intervenido artísticamente por el reconocido creador Okuda San Miguel, ha vivido una transformación única. Su fachada se ha llenado de color con figuras geométricas, convirtiéndolo en uno de los faros más fotografiados del norte de España y en un nuevo icono del arte urbano en entornos naturales.

Más allá de su costa, Ajo ofrece un núcleo urbano con encanto, calles donde conviven casas de arquitectura popular con viviendas rehabilitadas, y una iglesia parroquial , la de Santa María, que recuerda el fuerte arraigo cristiano de la zona.

El pueblo mantiene vivas sus fiestas populares , especialmente las de Nuestra Señora de la Asunción , que se celebran el 15 de agosto con verbenas, romerías y actividades para todas las edades. También destacan las citas gastronómicas y ferias de productos locales, donde el marisco, el bonito y los quesos de la zona son protagonistas.

Además, Ajo es punto de partida de numerosas rutas costeras y senderos que conectan con playas como Cuberris o Antuerta, ideales para el surf, el baño o simplemente para caminar junto al mar en cualquier época del año.

En definitiva, Ajo es un lugar donde el pasado y el presente conviven en armonía. Un pueblo que, sin perder su identidad, se reinventa con propuestas culturales, rutas naturales y una forma de vida que mira al mar, pero también a sus propias raíces.