En plena madrugada del 25 de mayo, en las riberas del majestuoso Orinoco, los ojos de búho de la Guardia Nacional Bolivariana se activaron.

La forma en movimiento que miraron, era la clara visión de una curiara de metal, recortada contra la luz de la luna y, si acaso, tripulada por fantasmas. No se veía nadie asomado.

Emparejándosele, saltando a ella los funcionarios, hallaron que rebosaba de gente, ocultando oscuros secretos que, al llegar a la orilla fueron revelados.

La embarcación transportaba 27 personas, viajando de forma ilegal con destino a Trinidad. El motorista y el marinero constituían la tripulación.

Una revisión exhaustiva condujo al escondrijo de la “merca” y de cinco pistolas, propiedad, por descarte, de los dos capitanes.

Luego, conectado a los detenidos, fue capturado

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