Quien se haya perdido entre los puestos de usados de Parque Rivadavia , Plaza Italia o San Telmo , o tenga el hábito de entrar de vez en cuando en las “librerías de viejo” de la avenida Corrientes podrá reconocer en Bogotá un rincón familiar: en la Calle de los Libreros, en la intersección de la calle 16 con carrera 8a, los libros se apilan en mesas, estantes y cajas en la vereda, y también hay locales que ofrecen ejemplares que parecen llegados de otro tiempo, envueltos en nylon.

En ese rincón, que parece ajeno a la omnipresencia de las pantallas y de las plataformas digitales, todavía se compra con calma, los caminantes conversan con los libreros y sienten que el mayor placer es descubrir, al azar, algún título inesperado. La calle se convierte -como otras, en tantas ciudades de

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