Amás de 3.000 kilómetros (la distancia que separa a Madrid de Tel Aviv) a Pedro Sánchez le ha salido un aliado inesperado en la persona del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.

La popular frase «hagamos de la necesidad virtud», ese axioma que tantas veces le ha guiado a lo largo de su inestable legislatura, vuelve a brillar en su particular hoja de ruta.

Necesitado de alejar el foco de los casos de presunta corrupción que afectan a su entorno (incluido su fiscal general) el presidente del Gobierno se ha lanzado como un resorte a agitar la bandera palestina en la guerra de Gaza.

Sutilmente experto en este tipo de maniobras, (¿alguien habla ahora de la crisis climática que centró todos los debates hace apenas un mes?) el jefe del Ejecutivo ha cogido el guante de la movilizació

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