
Las montañas armenias ofrecen un panorama único en la arqueología prehistórica, ya que en sus cumbres aparecen las llamadas piedras de dragón . Estas estelas pétreas, conocidas localmente como vishaps , se caracterizan por sus tallas en forma de pez o piel extendida y se sitúan entre los 1000 y los 3000 metros de altitud.
Muchas superan los 5 metros de altura y fueron esculpidas en andesita y basalto , con superficies trabajadas en todas sus caras menos en la base, lo que indica que se erigían en vertical . Algunas se concentran en enclaves como Tirinkatar , Gegharda Lich o Sakhurak , donde se relacionan con sepulturas, petroglifos y antiguos asentamientos, lo que convierte a estos paisajes en verdaderos santuarios prehistóricos.
Los primeros arqueólogos vieron en estas piedras señales de antiguos canales de agua
El interés académico por los vishaps comenzó a principios del siglo XX gracias a Ash-Kharbek Kalantar, que los interpretó como marcadores de antiguos sistemas de irrigación. En 1931, Marr y Smirnov publicaron imágenes de estelas en el macizo de Geghama, mostrando cómo se insertaban en contextos de pastoreo.
Décadas después, un proyecto conjunto iniciado en 2012 por el Instituto de Arqueología y Etnografía de la Academia Nacional de Ciencias de Armenia, la Universidad Libre de Berlín y la Universidad Ca’ Foscari de Venecia retomó su estudio con prospecciones sistemáticas y excavaciones estratigráficas.
Los hallazgos en Tirinkatar han sido determinantes. Allí se excavaron 12 estelas y se tomaron 46 muestras orgánicas en diferentes niveles. Dos de ellas permitieron fechar la erección de vishaps entre 4200 y 4000 a.C., en pleno Calcolítico. Ese resultado reveló que algunos de estos monumentos se erigieron más de 6000 años atrás , lo que los convierte en testimonios de una temprana organización social.
En el mismo yacimiento también apareció la estela Garni 1 , reutilizada en época urartiana con una inscripción del rey Argishti I en el siglo VIII a.C., lo que confirma que las piedras de dragón siguieron teniendo valor en fases posteriores.
Las mediciones modernas confirman que el tamaño no dependía de la altura del terreno
El análisis más reciente, desarrollado por Vahe Gurzadyan y Arsen Bobokhyan , se ha centrado en 115 ejemplares documentados en todo el país. Gracias al uso de GPS, sistemas de información geográfica, modelado en 3D y análisis estadístico, se midieron con exactitud sus dimensiones y localización .
Una de las conclusiones más llamativas es que “ no se observa una disminución del tamaño con el aumento de altitud ”. De hecho, algunos de los ejemplares más grandes superan las 4 toneladas y se encuentran por encima de los 2800 metros, lo que implica un esfuerzo deliberado de construcción en condiciones muy difíciles .
Otro hallazgo clave es la distribución bimodal de altitudes , con picos en torno a 1900 y 2700 metros. Esta pauta descarta la idea de una dispersión aleatoria y apunta a una organización ritual que podría estar vinculada a migraciones estacionales o peregrinajes hacia manantiales de altura.
El culto al agua explica la ubicación de los monolitos en manantiales y zonas húmedas
Los autores sostienen que “la motivación natural para ubicar los vishaps en alturas podría estar relacionada con un culto al agua como fuerza vital en los valles inferiores ”. La iconografía del pez en las zonas más elevadas refuerza esta hipótesis, ya que simboliza de manera evidente la conexión con corrientes y manantiales .
El trabajo señala también que muchos vishaps se levantaron junto a zonas húmedas, nacientes o antiguos sistemas de irrigación . La idea de Kalantar sobre su relación con el agua cobra pleno sentido con estas observaciones. Lejos de ser hechos aislados, las piedras de dragón forman parte de un paisaje cultural en el que el agua, la montaña y la comunidad se unieron en una misma estructura de creencias.
Este esfuerzo grupal tuvo un coste enorme, ya que mover y tallar bloques de hasta 7 toneladas en altitudes extremas exigía coordinación y planificación . Tal y como escriben los investigadores en Npj Heritage Science, “la existencia de vishaps grandes a gran altitud sugiere que hubo motivaciones culturales importantes para su construcción, más allá de la accesibilidad o la facilidad de trabajo”. La conclusión es clara: los monumentos expresan la importancia vital del agua en sociedades que dependían del deshielo de las cumbres para su supervivencia.
El estudio de estas estelas muestra cómo las primeras comunidades del Cáucaso organizaron su vida alrededor de un recurso tan escaso como decisivo. La montaña pasó a ser un lugar sagrado, el agua una fuerza esencial y la piedra el soporte duradero de unas creencias que llevaron a levantar monumentos enormes en plena altura, donde el frío es duro y la respiración se hace más difícil. Lo curioso es que, miles de años después, esas piedras siguen en pie, como si todavía aguardaran a que alguien terminara de entenderlas.