Empieza a ser sempiterna la oscuridad en el Santuario de Loreto, donde la emotividad de cada una de las celebraciones alumbra espiritual e identitariamente la física lobreguez de las carencias de una iluminación adecuada que no ayuda a la brillantez, pero no vence la devoción. En esta ocasión, la de la Real Cofradía de San Lorenzo, que en su Día del Cofrade ha impregnado de sobrecogimiento y lágrimas la distinción a los directivos de la Junta que han cesado en su responsabilidad y la entrega de los diplomas de nuevos miembros para sumarse al más de un millar de mujeres y hombres comprometidos con la institución.

El Santuario, que afea el contenedor cubierto con plásticos azules a la izquierda de la entrada, merece mejor trato por parte de la Diócesis, la responsable directa, probablem

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