Joan T. recuerda con una mezcla de alivio y vértigo aquel día en que su psicólogo le dijo que lo suyo tenía nombre: burnout. "Yo pensaba que era una forma coloquial de decir que estaba quemado", cuenta. Llevaba años engullido por un trabajo que lo reclamaba constantemente y que lo definía por completo: "En aquel momento, si me preguntabas quién era, te decía ‘soy Joan, el que trabaja en el casino’. No era nadie más, no hacía nada más".

Cuando llegó el colapso, ya no hacía ninguna de las actividades que más placer le daban: "Ya no escuchaba música y vestía siempre igual, porque no era capaz de salir a comprarme ropa nueva", recuerda desde su casa de Barcelona. Arrastraba un cansancio tan extremo que ni salir a pasear con su perra Lili le resultaba posible sin miedo y enfado.

A Deià Villan

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