Desde las plazas renacentistas hasta los puertos industriales, Italia vivió el 22 de septiembre una jornada de disturbios bajo el pretexto de una huelga general convocada en solidaridad con Gaza. La protesta, lejos de ser un acto cívico, degeneró en episodios de guerrilla urbana coordinados por sectores de la extrema izquierda radical, incluidos grupos autodenominados Antifa, que interpelan no solo al gobierno de Giorgia Meloni, sino también a la conciencia europea.

Lo que comenzó como una huelga «por Gaza» degeneró rápidamente en un caos orquestado por grupos de la extrema izquierda antisistema . Más de 500.000 personas participaron en unas 65 ciudades, bloqueando infraestructuras críticas. Solo en Milán, más de 60 agentes resultaron heridos y se produjeron al menos 10 detenciones. Las escenas de violencia incluyeron ataques a la estación central, quema de banderas occidentales y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.

Los Antifa y la nueva subversión urbana

Según reportes de La Stampa y la confirmación del Ministerio del Interior italiano, la violencia fue deliberada . Grupos identificados como Antifa y colectivos radicales aprovecharon la ocasión para lanzar una ofensiva planificada contra el Estado. La primera ministra Giorgia Meloni calificó los actos como «imágenes indignas» y denunció que la violencia «nada tiene que ver con la solidaridad». Matteo Salvini habló directamente de «guerrilla urbana» y exigió consecuencias penales ejemplares.

La izquierda italiana en su laberinto ideológico

Mientras los sectores moderados condenaron la violencia sin ambigüedades, desde sectores del Movimento 5 Stelle y de la izquierda radical se justificaron los disturbios con el argumento de la «emoción humanitaria». Giuseppe Conte, ex primer ministro, reconoció los hechos violentos pero los minimizó aludiendo a un «grito contra el genocidio». Otros, como Chiara Appendino, criticaron duramente a Meloni por no «denunciar con la misma fuerza» las acciones militares israelíes.

Una amenaza ideológica al Estado de Derecho

El consenso entre las principales figuras del gobierno es claro: no se trató de una manifestación espontánea , sino de una acción insurreccional de inspiración marxista que se camufla en la causa palestina para golpear las instituciones republicanas. El senador De Priamo (FdI) denunció la quema de una imagen de Giorgia Meloni en la plaza como «una forma inaceptable de violencia política». Maurizio Lupi (Noi Moderati) fue más lejos: «No fue una manifestación. Fue guerrilla urbana».

Occidente en disyuntiva: ¿cuánta tolerancia para los intolerantes?

Como advertía Karl Popper, una sociedad abierta no puede serlo con quienes desean destruirla . La instrumentalización de la causa palestina por parte de la extrema izquierda representa un desafío directo al equilibrio constitucional de las democracias liberales. Esta lógica de confrontación, que niega la mediación política y busca imponer su relato por la fuerza, se sitúa en las antípodas del modelo occidental de libertad, legalidad y representación.

Meloni y la defensa de la autoridad legítima

Giorgia Meloni, al frente de un gobierno surgido del voto popular, ha respondido con firmeza institucional. Su mensaje es claro: la protesta es legítima, pero la violencia es crimen. En tiempos de relativismo moral y de connivencia progresista con las formas de violencia simbólica y física, la afirmación del principio de autoridad se vuelve indispensable para la supervivencia del Estado de Derecho .

El verdadero enemigo de Gaza es el extremismo

Paradójicamente, quienes dicen defender a Gaza terminan socavando los valores que podrían verdaderamente beneficiar al pueblo palestino: paz, democracia, desarrollo. El extremismo de izquierda, aliado en espíritu del islamismo radical, destruye la causa que dice defender y alimenta un clima de polarización que debilita a Occidente . Italia ha dado una señal clara. Ahora le toca al resto de Europa decidir: ¿defenderá su civilización o seguirá cediendo terreno al chantaje ideológico?

Fuentes y referencias