Un gigante de la Guerra Fría, concebido para dominar los cielos del vasto territorio soviético, sigue proyectando una sombra imponente en los conflictos del siglo XXI. El MiG-31, conocido en la OTAN como Foxhound, es mucho más que un caza interceptor; es un coloso del aire capaz de alcanzar velocidades de casi 3.000 kilómetros por hora (Mach 2.83) y operar a altitudes de hasta 25.000 metros, donde muy pocos pueden seguirle. Este veterano, que entró en servicio en 1981, se ha convertido en una pieza clave para las fuerzas rusas en la guerra de Ucrania.

De hecho, su diseño, iniciado en 1968, respondió a una necesidad estratégica: la defensa de unas fronteras inabarcables frente a la amenaza de bombarderos y misiles de largo alcance. Para cumplir esta misión titánica se construyó una de

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