Javier Milei, presidente de Argentina, enfrenta un panorama político complicado a pesar del respaldo financiero de Estados Unidos. Su llegada a Nueva York para hablar ante la ONU coincide con una crisis económica que ha visto al peso argentino perder un 20% de su valor en solo tres meses. Esta situación ha llevado al banco central a vender más de 1.000 millones de dólares en reservas para frenar la depreciación de la moneda, mientras los bonos soberanos del país caen en picada.

El secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, prometió "todas las opciones para la estabilización" de la economía argentina, lo que representa un apoyo significativo para Milei. Sin embargo, este respaldo no resuelve su principal desafío: la debilidad política interna. A pesar de los errores en su plan económico, la agitación actual en Argentina es principalmente política, resultado de un grave error de cálculo del gobierno.

Milei y su hermana Karina, su principal asesora, creyeron que no necesitaban una gran coalición política para fortalecer su administración. Apostaron a que el éxito en la reducción de la inflación y la pobreza, junto con su popularidad, compensaría su falta de representación en el Congreso. Sin embargo, esta estrategia ha fracasado, especialmente a medida que se acercan las elecciones.

La falta de aliados y la elección de leales sin experiencia han fragmentado el apoyo gubernamental, mientras que la oposición peronista se ha mantenido unida. Un escándalo de corrupción y problemas económicos han llevado a una derrota inesperada en las elecciones provinciales de Buenos Aires, lo que revitaliza al peronismo.

A pesar del apoyo de EE.UU., las perspectivas para las elecciones del 26 de octubre son inciertas. Aunque los indicadores económicos son mejores que en crisis anteriores, Argentina sigue siendo vista como un riesgo por los mercados globales. La historia de fracasos en reformas económicas hace que cualquier cambio en las expectativas pueda disparar el riesgo país.

La decisión de Bessent otorga a Milei cierta credibilidad entre los inversores, pero no lo exime de sus errores. Debería aprender a cuestionar la sostenibilidad de su éxito inicial y enfocarse en construir bases políticas más sólidas. En un mundo ideal, Milei utilizaría el apoyo estadounidense para mejorar el diálogo con legisladores y otros actores políticos.

Sin embargo, su desafío es actuar como un político convencional sin alienar a su base. Además, debe manejar con cuidado su reunión con Trump, ya que una implicación excesiva de EE.UU. podría ser contraproducente. Milei se enfrenta a la necesidad de establecer una nueva relación con el Congreso y sus aliados tras las elecciones, ya que un mal resultado podría poner en duda su capacidad de gobernar.