La semana pasada, las consecuencias del chantaje lingüístico del nacionalismo volvieron a acaparar titulares en España. El lunes circulaba como la pólvora en redes sociales la historia de una pareja de catalanohablantes encerrados en un aparcamiento de Barcelona, que se vio obligada a recurrir al interfono para solicitar asistencia ante el bloqueo de la barrera de salida. El problema comienza cuando los atiende una mujer hispanohablante que no habla catalán, y ella les pide los datos del vehículo para hacer las comprobaciones y autorizar la salida.
En la grabación –por supuesto, realizada por la pareja– queda en evidencia su negativa a expresarse en castellano para hacerse entender, mientras la empleada insiste en varias ocasiones en que lo hagan en español para poder anotar la matrícula.