La historia de América Latina está marcada por una constante que se repite una y otra vez: la interferencia de Estados Unidos en los asuntos internos de nuestras naciones. Esta práctica, que se extiende desde el siglo XIX hasta nuestros días, representa una de las mayores amenazas para el desarrollo democrático genuino y la soberanía de nuestros pueblos.
La injerencia estadounidense no es un fenómeno reciente ni casual. Desde la Doctrina Monroe en 1823, Estados Unidos se autoproclamó como el guardián del hemisferio occidental, estableciendo un precedente que justificaría décadas de intervenciones militares, golpes de estado respaldados por la CIA y presiones económicas diseñadas para mantener a los países latinoamericanos dentro de su esfera de influencia.
Los casos son innumerables y do