Carolina M. tenía solamente 19 años cuando la mirada de Leandro (un hombre de 39, separado y con una hija de 15), la sorprendió en una de las primeras reuniones a las que había empezado a asistir en un comité de la Juventud Radical. Esos ojos dulces, mansos, transparentes, más claros que el cielo, como los describe ella, fueron la mágica puerta de entrada al gran amor de su vida.
Inicio veloz
“Había terminado de estudiar el secundario, pero decidí tomarme un año antes de elegir una carrera. Justo había elecciones y empecé a ir a las reuniones de un partido político de mi ciudad con la Juventud Radical. Pasábamos muy lindos momentos con el grupo. Había chicos de mi edad y, también, algunos más grandes. Conversábamos de todo, pintábamos carteles e, incluso, jugábamos a las cartas. Fu