Alguno pensará, si le toca la mala potra de acudir al hospital, que hay más enfermos que sanos. Un lunes a primera hora puede haber cien pacientes en (ejemplo) la sala de oncología del Virgen Blanca, inconfundibles con su pañuelo o gorra en la cabeza (la marca y la estética del luchador). Digamos que doblemente pacientes: podríamos haber titulado 'El enfermo se llama Job'. Además del tratamiento, se necesita calma. Y tiempo disponible: hay que esperar mucho; si no estuviese tan pachucha la gente, sería más fácil ligar allí que en Tinder. Con ese escenario se diría que el sistema sanitario está a punto de petar. Sin embargo, funciona: la cita llega, consultan, diagnostican, recetan y te tratan con talante (admirable, tras muchos casos vistos). No es un mecanismo de relojería, no puede serlo
Curarse en salud

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