Más que teorías firmes, o ni siquiera hipótesis, tengo sospechas: la epidemia de insomnio que asola España (5,4 millones de insomnes) hunde varias raíces en lo social, en cómo se nos clava en las carnes esta vida que llevamos; estreses, ansiedad, falta de tiempo, pantallas, luminarias y –más abajo– lascas de cositas no resueltas que nos pinzan las tripas y ni siquiera nos pispamos. “Qué solitario vivo / en este corazón / donde hace frío”, escribe el poeta. Pienso estas cosas cuando anoto que me quiero pillar Las buenas noches, lo último de Isaac Rosa, que va sobre el insomnio que por suerte no padezco. “Toda tristeza es el efecto de un poder sobre mí”, decía Deleuze y decía verdad. Y aquí viene mi remedio que –otra vez– nada tiene de teoría firme, ni siquiera de hipótesis, solo sospecha: i
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