El mercado medieval es un espacio vivo de cosas muertas. Es una gozada pasear entre piedras de colores arrancadas a la tierra. Entre lana virgen, limpia y resplandeciente, preparada para cardar con la rueca de antes, bolsos, cinturones preparados, de vacas muertas en Marruecos o en Túnez, estiradas, guapas; barro cocido en hornos en forma de jarra, perola o vaso, colores hervidos a altas temperaturas en hornos a grandes alturas de calor, concentrado en el barro para que la gente acaricie el barro de la tierra. Sabroso y colorido como la miel y el polen quejas, el sol y el viento Me descubro ante los artesanos, porque creo que son la crema de este animal brillante, que es el hombre, cuando con sus manos crea filigranas con una brocha o con cincel, varilla o maza de madera, piedra o hierro.

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