Una vez llegados los colores a la pantalla chica, la industria venezolana vivió un momento de gran esplendor, a partir de la década de los 80 del siglo pasado. Aumentó el atractivo de los programas, gracias a jugosos presupuestos que permitían la exploración del círculo cromático, con grabaciones en vistosos exteriores y cuidadas escenografías; y de los talentos que diariamente visitaban los hogares, invitados por el giro de perilla manual que precedió al control remoto.

En aquellos tiempos, muchas caras lograron consolidarse en el medio artístico y hoy forman parte de los recuerdos asociados a un período boyante, que ubicó a la producción nacional en la vanguardia latinoamericana.

Corina Azopardo es uno de los rostros inolvidables. Carisma, dulzura y elegancia, unidas a un singular cort

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