“Nosotros hemos vivido en un mundo en el que todo el mundo está tan encerrado en sí mismo y en lo suyo, en el que puedes pasarte años yendo al mismo sitio y nadie te recuerda ni te reconoce. Y eso, a la larga, es muy dañino. Te montas en el ascensor, hay a tu lado otra persona y hace como que no te ha visto. Detrás de todo esto está el gran embuste del individualismo radical”. Antonio Muñoz Molina habla sobre su experiencia en Nueva York, al frente del Instituto Cervantes, en el Salvados dedicado a Elvira Lindo. Están en su pueblo, Ademuz, donde te cruces con quien te cruces te paras a hablar con un "¡Hola, qué tal!". Porque en los pueblos es más difícil sentirse solo que en las ciudades. Siempre te encuentras a alguien. Hasta cuando quieres que nadie te vea.

Ademuz es antítesis y antídot

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