En un tablero infinito, donde cada casilla puede estar viva o muerta, se despliega uno de los experimentos más fascinantes para comprender la complejidad de la vida: el Juego de la Vida. Diseñado por el matemático británico John Conway, este juego no necesita jugadores. Basta con establecer un estado inicial, decidir qué células están vivas, y dejar que las reglas hagan el resto.
Las normas son simples: una célula viva muere si está aislada o si hay sobrepoblación; sobrevive si tiene dos o tres vecinas vivas. Una célula muerta puede "revivir" si está rodeada por exactamente tres células vivas. A partir de ahí, el sistema evoluciona solo, generando patrones que oscilan, se estabilizan, se desplazan o incluso desaparecen.
Laura Toribio, matemática y divulgadora, explicó en Serendipias