Por David Somoza Mosquera
En el entorno complejo y volátil que define el mercado actual, la complacencia es la amenaza silenciosa más letal para las empresas. Así que la pregunta ya no es si se debe innovar, sino cómo institucionalizar la agilidad estratégica. La respuesta reside en cultivar, de manera deliberada y sistémica, una mentalidad experimental que se extienda por toda la compañía.
Esto no es un atributo cultural menor; es el mecanismo operativo que garantiza la relevancia futura de la organización. Una mentalidad experimental permite a la empresa abordar la incertidumbre del mercado no con temor, sino con una metodología estructurada.
Su valor estratégico es doble: primero, optimiza los recursos al validar ideas y descartar aquellas que representan un elevado riesgo pa