Diputado judío israelí, suspendido durante seis meses de su cargo desde el pasado agosto por criticar el genocidio en Gaza, es una de las pocas voces contra la ocupación israelí en el Parlamento: "La discriminación, la supremacía política y racial deben terminar"

Ofer Cassif, diputado judío israelí desde 2019, se define como “antisionista, no postsionista ni no sionista”. “Lo soy porque no puedo aceptar el supremacismo, privilegios y prioridades para los judíos a costa de la discriminación de los otros”. En agosto recibió una suspensión de seis meses como parlamentario por criticar el genocidio de Gaza desde la tribuna de la Cámara.

Su partido, Hadash, una formación política de la izquierda israelí, nació en 1977 con la unión del partido comunista, del movimiento Panteras Negras y otros grupos. La mayoría de sus representantes y votantes pertenecen a la minoría palestina israelí, que conforma aproximadamente el 20% de la sociedad. Cassif es el único diputado judío de su formación.

A su vez, el partido Hadash está integrado en el Frente Democrático por la Paz y la Igualdad, una coalición formada con otro partido árabe israelí, el Ta’al (Movimiento Árabe para la Renovación). “Somos la única asociación parlamentaria de árabes y judíos. Ahora están intentando expulsarnos, quieren impedir que podamos participar en las elecciones, lo mismo ocurre con otros partidos árabes”, denuncia.

Cassif, objetor de conciencia desde 1987 —estuvo cuatro veces en prisión por negarse a servir en el Ejército como reservista— estudió Filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén y se doctoró en Filosofía Política en la London School of Economics con la tesis Sobre nacionalismo y democracia. Un análisis maxista. elDiario.es charla con él a su regreso de una gira por varios países de Latinoamérica y una rápida parada en Madrid.

Ha sido suspendido del Parlamento por haber criticado el genocidio, llamándolo por su nombre. ¿Cómo es ejercer la política desde esa posición en Israel?

Es difícil, cada día más, porque crece la persecución. Los sectores críticos pierden sus trabajos, son expulsados de las universidades o son arrestados solo por alzar su voz contra el genocidio en Gaza o incluso solo contra el Gobierno.

Usted además pertenece a la izquierda comunista de Israel, ¿qué le ha supuesto eso?

Durante muchos años en Israel los comunistas fueron perseguidos. No solo en el Parlamento, también en las universidades, en los ayuntamientos y municipios, especialmente la población árabe israelí. Durante décadas los principales líderes de la comunidad árabe palestina en Israel fueron comunistas, y siempre estuvieron bajo vigilancia.

Siempre es difícil ser una oposición real al gobierno, porque el régimen en Israel se ha convertido en un régimen fascista. Ustedes en España experimentaron lo que significa un gobierno fascista. Aquí casi todos los que alzan su voz contra el gobierno en Israel son perseguidos, sobre todo los árabes palestinos y los judíos demócratas progresistas, de los que una buena parte son comunistas.

¿Cómo era la situación antes del 7 de octubre de 2023 en ese sentido?

Con este Gobierno desde el inicio estuvo claro que la persecución política y racista formaban parte de la agenda. Comenzó con la llamada reforma judicial, que fue un golpe de Estado endulzado. Pero desde el 7 de octubre todo empeoró, bajo el pretexto de luchar contra el terrorismo, algo que siempre ha sido usado por las dictaduras para perseguir a la oposición política ya en el siglo XX: en Alemania, en España, en Portugal, Argentina, Chile o Sudáfrica.

Aquí es lo mismo. Desde el 7 de octubre hay nuevas regulaciones. El Gobierno, con un gran apoyo de la oposición parlamentaria, ha estado persiguiendo a los grupos de oposición real con el pretexto de luchar contra el terror.

Por ejemplo, tras el 7 de octubre el Gobierno prohibió durante un tiempo las manifestaciones en las ciudades israelíes de mayoría árabe, e incluso en otras con grandes comunidades judías y palestinas. Están usando aquella terrible masacre como excusa para evitar derechos civiles básicos, como la protesta, o incluso la publicación en medios o redes.

Y esto sigue. Hace unos días han nombrado a un nuevo jefe de seguridad del Shin Bet [David Zini] que es alguien de la extrema derecha, se puede emplear de forma rigurosa el término fascista en su caso. Esa es la persona que va a liderar los servicios de seguridad israelíes.

¿Cuántas personas hay en el Parlamento israelí que estén contra la ocupación de los territorios palestinos?

Desafortunadamente, muy pocas. En la Knesset [Parlamento israelí] hay 120 miembros. Nuestro Frente tiene cinco diputados. Además de nosotros, hay otros cinco parlamentarios, del Partido Islámico, que también se oponen la ocupación. El Partido Laborista tiene cuatro diputados, de ellos uno habla bastante contra la ocupación y otro algo menos.

Eso no significa que apoyen la solución que nosotros proponemos, sino que a veces hablan en contra de la ocupación. Y dentro del partido liderado por Yair Lapid se pueden contar solo unos pocos con los dedos de una mano. Podemos decir que, de 120, hay unos 15 diputados contra la ocupación, siendo optimistas.

¿Cuál es esa solución que menciona y que defiende su grupo?

La única solución en estas circunstancias, y esta ha sido nuestra posición durante al menos 80 años –incluso antes del establecimiento del Estado de Israel– es una solución de dos Estados. Los palestinos tienen derecho a su autodeterminación y a su Estado. Ese Estado palestino debería estar en los territorios que Israel ocupó en junio de 1967, es decir, en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este.

Y algo importante: también debe haber una democratización de Israel, además de terminar con la ocupación y de reconocer el derecho a la autodeterminación palestina.

¿Qué piensa de la propuesta de un solo Estado binacional con igualdad defendida en su día por Edward Said, entre otros?

En un solo Estado, con la situación actual, sería muy difícil que aquellos que tienen el poder aceptaran un Estado democrático. Sería un Estado de apartheid. Incluso si asumimos que, hipotéticamente, hubiera igualdad constitucional y legal, después de tantos años los recursos materiales, los recursos políticos e incluso las ideas hegemónicas están y estarían en manos de la comunidad judía, lo cual no es igualdad.

Así que, aunque no hubiese un Estado constitucional de apartheid, sí habría un Estado económico y social de apartheid. Eso es exactamente lo que pasó en Sudáfrica. Abolieron el Estado de apartheid sin cambiar la estructura económica y social y la base. Eso ha sido una fuente de problemas y dificultades en ese país. Los racistas pro-apartheid atribuyen esos problemas a la abolición del apartheid, lo cual es mentira. La razón es que el apartheid no fue completamente abolido.

Mi temor es que, si tuviéramos un solo Estado, dadas las circunstancias, eso es exactamente lo que pasaría. Por tanto la solución es un Estado palestino, en los territorios que mencioné, junto al Estado de Israel. Y, si en el futuro las circunstancias lo permiten, y según los consensos de todos los involucrados, tal vez se podrían transformar los dos Estados en uno, o en una federación o algo más. Pero antes tiene que haber una fase de dos Estados.

Netanyahu no es el problema principal, sino consecuencia del mismo, esto es, la ocupación israelí y el apartheid contra los palestinos

Esos territorios que usted menciona para el Estado palestino están ahora ocupados: en Cisjordania, en Gaza, en Jerusalén Este ¿Qué es necesario para lograr esos dos Estados, según su concepción?

Un estudio realizado recientemente muestra que no hay migración a los asentamientos, al contrario. Si el número de colonos crece es debido a los nacimientos, no a la inmigración. Y los que se mudaron a esos territorios lo hicieron, mayoritariamente, por razones económicas. Desde hace muchos años los gobiernos, incluidos los laboristas, crearon algo así como dos Estados para un mismo pueblo. Mucha gente en Israel no puede ni soñar con su propio apartamento o vivienda.