El dueño de la santería Sagrado Corazón mira las torres de la Basílica de Luján , ubicada en la vereda de enfrente de su local, y aprieta los labios con devoción. Está de pie, quieto, acompañado por una mujer que envuelve con ambas manos una pequeña escultura de la Virgen en una especie de rezo total .
Detrás de ambos, un río humano de feligreses , personas bañadas en fe, hacen los últimos metros del sacrificio de cada septiembre. Llevan demasiadas horas andando.
Llegan transpiradas y estoicas, caminan con dificultad, algunas en lágrimas, otras ensimismadas, hay quienes improvisaron bastones en el camino, muchas sonríen o incluso tienen energía para cantar. Excepto los prudentes que se untaron protector, traen los cuellos rojos y los muslos y las rodillas estalladas por el sol tr