Igual que sucede prácticamente en todos los casos de ataques de odio fermentados en condiciones físicas y/o emocionales personalísimas mezcladas con entornos inapropiados, la investigación secreta, el silencio y el sigilo, constituyeron los elementos justos para que una adolescente determinara armarse de una hacha, saliera de su hogar, ingresara a su escuela secundaria, y sin pensarla más, ya lo había pensado y planeado con muchísimo tiempo de anticipación, dejara ir toda su fuerza y la pesada herramienta contra una sorprendida, incrédula, espantada, joven madre de familia.
Salvó a la mujer solo su instinto de supervivencia. Aunque atacada con evidente ferocidad e intenciones de provocarle el mayor daño posible, logró meter manos y brazos para desviar un poco el hacha y restar fuerza y co