Las protestas que en estos días recorren Lima y otras ciudades del país revelan un clima de creciente agotamiento de los peruanos frente a un Estado que responde —nuevamente— con represión antes que con diálogo. Lo que empezó como una manifestación de transportistas indignados por el asesinato de uno de sus compañeros se ha extendido hacia diversos sectores liderados por jóvenes de la generación Z que denuncian abusos policiales, detenciones arbitrarias y el uso de proyectiles no permitidos para contener las marchas.

A estas acusaciones se suma una aún más grave: la de intentos de desaparición de pruebas vinculadas a los operativos policiales. Ciudadanos testigos de las marchas han alertado a través de redes sociales sobre la posibilidad de que evidencias extraídas de los cuerpos de herid

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